14 septiembre 2010

Vigilia/Vico G

El murmullo del silbato avanzaba lentamente.
Calle abajo los gatos huían del estridente silbido que explotaba en los oídos de los durmientes que no oían pero soñaban en un silbato. Los taciturnos al escuchar el sonoro silbante se sentían más tranquilos en casa. Algunos amantes furtivos se separaban y volvían a sellar sus labios al ver desaparecer el chillido inquisidor. El silbato frente al domicilio 245 tuvo una crisis, silbando desesperadamente. A la redonda varios silbatos respondieron, saliendo de las penumbras, apoyando al silbato nervioso. Los gatos y perros del vecindario, aullaron y maullaron. El ulular de una sirena rompió la sinfonía nocturna. Levantaron el cuerpo y en el piso quedó sólo un silbato.

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