18 agosto 2010

Obtuvo su libertad el asesino del general Herón Ramírez García

Así se publicó el sábado 12 de junio 1954
Crónica Periodística publicada en EL Mañana de Reynosa
Autor: Roel López/La Máquina del Tiempo

Pésima impresión ha causado en los diferentes sectores sociales de nuestra ciudad, el fallo dictado en la ciudad de Austin, capital del Estado de Texas del vecino país del norte, a favor de Esteban García, quien el año de 1949, asesinara en forma por demás alevosa y cobarde, al que en ese tiempo era Jefe de la 7ª. Zona Militar con sede en Monterrey N.L., el señor General Herón Ramírez, persona que fue ampliamente conocida y estimada en la sociedad de Reynosa, de donde fue originario y en donde vivió durante mucho tiempo.
Esteban García estuvo asesorado por el Senador Roger Kelly, y otro abogado más del vecino país del norte, y fue hasta hace cinco días, cuando al fin lograron que la corte del Condado de Brooks fallara a favor del detenido, concediéndole la libertad absoluta.
Cabe recordar, que el asesinato del General Herón Ramírez sucedió en la ciudad de McAllen, Texas, el año antes mencionado y precisamente en la casa del señor Darío Guerra, en donde al parecer se encontraba la esposa de Esteban García, de quien se dice lo engañaba con el General Ramírez, y que por ese motivo y ante el temor de que el General lo matara, esperó a que llegara a la casa del amigo de ambos, y una vez en el interior de la misma con las agravantes de la ley, con premeditación, alevosía y ventaja, García acribilló a balazos al conocido militar.
Según informes que se lograron recabar al respecto, se tiene entendido que el acusado, a través del Senador Kelly, presentó ante la Corte una carta, que su esposa infiel le dejó cuando se marchó a raíz del asesinato, por medio de la cual, le confiesa haberlo estado engañando desde hacía mucho tiempo con el General, quien siempre se había significado como amigo íntimo de Esteban García, y que a la postre lo engañaba con su mujer.
La Corte cotejó la letra con otros documentos, y comprobó que era la misma letra de la mujer casquivana, y basado en eso no tuvo más remedio que reconocer que García, obró en defensa del buen nombre de su hogar, y finalmente se dio la orden de libertad absoluta, por el asesinato del mencionado General Herón Ramírez García.
Comentario 20/06/04: El mencionado General Herón Ramírez García, había nacido en el año 1900 en el histórico poblado de «Charco Escondido» hoy Congregación Garza.
Muy joven se incorporó al Ejército Constitucionalista triunfante en la Revolución Mexicana de principios del siglo XX. Pasados los años y al lado de su paisano Tiburcio Garza Zamora hizo una importante carrera militar, ascendiendo ambos hasta llegar alcanzar el grado de Generales.
Recordamos aquí al también General José María Rodríguez Farías, quienes son los únicos reynosenses, que han logrado escalar ese alto grado militar en nuestro ejército.
Los hechos narrados en esta crónica, sucedieron un 3 de junio de 1949. Se desconoce si el gobierno mexicano presentó alguna nota diplomática por el asesinato de un general del Ejército Mexicano en un país extranjero. Sus restos descansan en el panteón Guadalupano de nuestra ciudad.

08 agosto 2010

Cómo ser escritor y no morir en el intento


tomado de Cañasanta Revista digital de Arte y Cultura

Como este apartado llamado Letras Vanas trata sobre literatura y como el que suscribe ha escrito y publicado algunas novelas (y las que, me temo, están por venir), me voy a permitir darles algunos consejos sobre cómo aprender a escribir (por supuesto, y siguiendo a un tal Marx, no el pesado de Carlos, sino el divertido de Groucho: “Éstos son mis principios, si no le gustan tengo otros”):

-Hay que escribir todos los días
Al menos creo que hay que sentarse todos los días. Muchas veces escribir una novela tiene poco de escribir, y una idea buena vale más que mil malas palabras. Se nos puede ocurrir la estructura o los hechos de una novela mientras nos tomamos una copa, es cierto, pero previamente hemos tenido que estar un rato sentados tratando de imbuirnos en ella.

A este punto podríamos haberlo llamado “constancia” y es que es muy falso que la literatura sea todo inspiración (alguna frase tenía Picasso al respecto, creo recordar). Un novelista es un artesano de la palabra (valen también otras definiciones) pero también un neurótico de la misma.

-Controlar el ritmo del relato
Esto, a mi modo de ver, es lo más difícil. Yo suelo hacer un borrador rápido de cada novela para más tarde irlo completando y corrigiendo fallos (que, aunque no se lo crean, los cometo). El ritmo puede ser alterado, pero entonces debemos llevar a cabo alteraciones continuas del ritmo de tal manera que la obra no se desestructure. La orquestación se logra también con el primer punto (constancia).

A este respecto: muchos novelistas (la mayoría) tienen una especie de ritual inquebrantable para ponerse a escribir. Yo recomiendo hacerlo siempre a la misma hora, de tal manera que, así, el estado de ánimo (que influye claramente en el ritmo de las palabras) sea siempre el mismo.

-No abusar del alcohol
Un tema fundamental, amigos míos. No sobrepasar nunca dos botellas de alcohol de menos del 40% al día.

Ahora en serio, eso tomarse una copa y ponerse a escribir no es propio de novelistas. Los de verdad procuramos pasar la mañana y la tarde más o menos sobrios para entregarnos a los mil placeres que nos aporta el alcohol en la noche. Es una vida dura, lo sé (pero hay que sacrificarse).


Es el tema del alcohol uno de los más recurridos y es que, en mis reflexiones sobre el tema, he llegado a entender la fama de alcohólicos de muchos escritores. Es un oficio difícil que exige mucho y, hasta que llega el momento, aporta poco. Es amargo como la absenta y exigente y cuando termina la jornada, muchas veces, lo que más apetece es relajarse con una buena dosis de whiskey.
Ahora recomiendan ir al gimnasio (yo no conozco a escritores culturistas, pero bueno).

-Leer de vez en cuando algo
Es conocido que muchos escritores se niegan a seguir leyendo (entre ellos, yo) mientras están escribiendo una novela. Si el novelista no es lo suficientemente experimentado puede llegar a verse influido por la otra lectura.

El problema de dedicarse a esto es que, por una razón u otra, siempre está el libro de lectura obligada (porque o bien es un compromiso o bien lo necesitamos para documentación).


El mismísimo James Joyce decía no haber leído un libro en veinte años (las autoridades literarias advierten que puede no ser cierto).

Decían los romanos eso de In Medio Virtus (lema en el que, por cierto, nunca he creído). Si son de los que se fían de los Calígula y Nerón, adelante: sigan el camino de la medianía.

Ahora bien (nos ponemos más serios) si queremos hacer esto de una manera más o menos seria el asunto no consiste en leer todo lo que caiga en nuestras manos (probablemente sacaríamos la muy certera conclusión que no merece la pena escribir novelas para terminar haciendo una estupidez como la que terminamos de leer).

Sí, señoras y señores, hay que haber leído a los clásicos para ser escritor (al menos a un buen número de ellos). No podemos ir por la vida sin conocer a Dos Passos o pensando que Steinbeck era un jugador polaco que jugaba en el Barcelona en el año cincuenta.

A veces se dice que un escritor tiene que empezar muy joven (es lo mejor) porque un buen novelista ha asimilado (y claro está, leído) a los que le han precedido. Toma de un lado y de otro, es cierto, modifica y retoca, pero no puede (ni debe) ser un auténtico ignorante.

Por favor, olvidémonos de los típicos tópicos sobre la genialidad: ¿alguien no ve una no muy maquiavélica relación entre que el padre de Mozart fuese compositor y que un niño de seis años compusiese? Mozart, compositor genial, también tuvo que aprender con los más grandes en Viena y también tuvo que trabajar duro y conocer las normas de la ópera antes de componer su Don Giovanni. Para los escritores la mejor manera de conocer las normas de la literatura es buscarlas en su origen: los libros. Luego interviene el talento del escritor, cierto, pero no olviden que todo talento tiene una base de cultura.

-El único que sabe de lo que está usted hablando es usted mismo
Si piensan ustedes escribir un libro tipo Harry Potter es mejor que no cuenten el argumento a nadie porque, lo más probable, algún listillo se lo va a intentar copiar. Si no, mejor manténganlo también en secreto porque por mucho que expliquen a sus amigos (culturistas o no) la poliédrica estructura de su nueva novela, lo más probable es que no sea usted el centro de atención en la conversación.

Aclaro un poco más esto: por muy solitario que sea escribir una novela no desesperen. El público no suele entender cómo se crea una novela (y mucho menos algún amigo suyo aficionado al boxeo y las luchas en el barro, por cierto gran deporte este último) y, es más, no le importa. El público quiere sentir un personaje pero no desea conocer los mecanismos internos por los que la magia toma cuerpo.

Recuérdenlo: no revelen nunca sus secretos como hace un buen mago porque si lo hacen, la magia dejará de existir.

Y, si son lo suficientemente hábiles y espabilados (y recurriendo a lo dicho en el punto anterior) verán que a medida que su literatura crezca conocerán de primera mano los secretos de los maestros. Es algo así como cuando una idea antes oculta se nos aparece está vez toda ella diáfana: ¿cómo no pude ver esto antes? Porque, sencillamente, no eras escritor. Con el tiempo conoceremos los secretos de Cervantes e intuiremos, más allá de los manuales de literatura, la grandeza del Quijote y el porqué de su intrincada estructura y, si llegamos hasta el final (probablemente) el porqué de su éxito y, entonces…. (platillos y la orquesta sonará a todo pulmón):

¡Tendremos entre nuestras manos un libro que verdaderamente valga la pena!
Espero no haberles aburrido demasiado. Creo que necesito una copa (si, a veces las normas están hechas para saltárselas).

(…tres copas después, que se me olvidaba el último punto)

-No hacer demasiado caso a lo que digan familiares y managers.
La idea de una novela es personal e intransferible. Nunca una misma novela puede surgir de dos mentes diferentes. Intentemos no contar a nuestra novia o compañera sentimental nuestra idea porque corremos dos riesgos: 1) puede pensar que estamos locos y dejarnos; 2) puede pensar que ya no la quieres y dejarnos.

-La gran pregunta: ¿se puede vivir de escribir?
La pequeña respuesta: no.
A partir de ahora vamos a ser lo peor de la sociedad y nos van a llamar por lo bajo vagos y diletantes (el que conozca la palabra, claro). Nuestros padres nos retirarán el saludo y la herencia porque creerán que hemos desperdiciado nuestra vida en una estupidez. Las mujeres no nos mirarán a la cara porque en realidad no somos más que locos que buscamos algo que ni siquiera existe.

Existen lugares en los que los escritores son considerados tipos cultos, inteligentes y ocurrentes y cuya compañía es siempre de agradecer. Yo no los conozco.

-¿Es todo el que escribe un libro escritor?
Desde luego que no, escribir es un oficio que dura años y sólo se consigue perfeccionar el arte de la novela tras muchos años de esfuerzo y práctica. Entonces levantamos la cabeza, tras varios libros publicados y algunos en el cajón, y podemos decir con orgullo: somos escritores (probablemente estaremos debajo de un puente o en alguna cuneta, no se sorprendan).

Por hoy les dejo, que ya ha sido suficiente. Recuerden siempre estos consejos sólo por un motivo: no hacerles nunca caso.
Desde la cuneta se despide,



Martín Cid

03 agosto 2010

Los semaforistas

Arnoldo Kraus

El 26 de agosto habrá menos semaforistas en las calles mexicanas que el 27 de agosto. Los semaforistas son una de las mejores credenciales del fracaso de los gobiernos mexicanos. Son el producto de la ineptitud de la casi totalidad de los políticos mexicanos. He escrito acerca de los semaforistas en más de una ocasión. En ocasiones unas líneas; otras veces, unos párrafos. Incluso, he incluido una definición, por supuesto, arbitraria, acerca de ellos en el Diccionario de las infamias del ser humano.

Semaforista. Habitante del antes llamado tercer mundo que sobrevive alrededor de los semáforos de las grandes ciudades y que retrasa su muerte por lo que ahí vende. La mayoría es producto del desempleo, fruto de la rapacidad de políticos y retrato del fracaso de políticas neoliberales.
Regreso el 26 de agosto de 2009 a los semaforistas. Imposible no hacerlo. Han aumentado en número. Se ha incrementado en los semáforos la oferta de productos y de servicios y se ha diversificado la población que ahí labora. Los semaforistas crecen y se multiplican en forma directamente proporcional a la incapacidad gubernamental de generar empleos y a las necesidades que tienen ellos y sus familias de sobrevivir, y aumentan en forma inversamente proporcional a la ética y al compromiso social de los políticos.
Sobran motivos para reflexionar acerca de ellos. No existe ningún censo acerca de los semaforistas ni figuran en ninguna de las inagotables listas del gobierno mexicano. No están afiliados al IMSS, no son blanco de los intereses del Instituto Federal Electoral, no pertenecen ni al PRI ni al PAN ni al PRD, los políticos no los acarrean ni les ofrecen láminas para construir sus casas o despensas para sobrevivir, no tendrán cartilla de identidad y no forman parte de nada. Así de sencillo. De nada. Para el gobierno son invisibles. Son más desechables incluso que los indígenas, pues son un conglomerado amorfo sin identidad y sin presente. Sólo comparten pasado: el del expolio y el olvido por parte de la nación mexicana. Ahí esta la clave: para el gobierno y para los políticos, sobre todo para los petimetres –la mayoría–, son invisibles.
Es muy probable que no exista un semáforo en las grandes urbes de nuestro país sin semaforistas. Por las calles donde manejo, que son las mismas por donde día a día circulan nuestros políticos, no hay un solo alto sin personas desesperadas que venden y se venden con tal de sobrevivir. No roban, venden. No hurtan, ofrecen sus servicios. Los semaforistas conforman una suerte de paradoja. Contra lo que muchos piensan, no son personas flojas: son seres olvidados por el gobierno. A pesar de eso, del olvido y del desdén, los semaforistas son indispensables para el gobierno: se sostienen por sí mismos, no roban, creo que no matan y, gracias al dinero que ganan, no amenazan más la precaria inestabilidad del gobierno.
Los semaforistas crecen sin cesar. Los gobiernos mexicanos no han sido capaces, ni lo serán, de dignificar sus vidas. No se han responsabilizado por ellos y nunca lo harán. Sería deseable que alguna agencia se encargase de censarlos –de dónde vienen, cuántas personas dependen de ellos y de ellas, cuánto tiempo llevan trabajando en los semáforos, etcétera. Sería también adecuado que alguna fuente informativa se encargase de narrar sus vidas –dónde duermen, dónde defecan, cuánto tiempo les toma llegar al semáforo, qué hacen cuando llueve, qué comen cuando no tuvieron dinero para comprar la caja de chicles que necesitan vender para no morir, etcétera. Ambos instrumentos servirían como material para juzgar al gobierno actual y a los previos.
No exagero. Muchos semaforistas, sobre todo los que acceden a las grandes urbes desde el campo, sobreviven de milagro. Y, a pesar de eso o, más bien, quizás por eso, su presencia favorece al gobierno: son seres invisibles, no forman parte de ninguna de las listas gubernamentales, se mantienen gracias a su oficio, y, al no contar con una historia común, es imposible que se unan para protestar. Si algún estudioso afirmase que al gobierno le conviene la presencia de los semaforistas yo apoyaría su tesis.
El 26 de agosto habrá menos semaforistas que el 27 de agosto. Los políticos, y las políticas mexicanas de ambos días, son casi idénticos. Salvo porque el color de los escudos de los partidos es distinto, la ineptitud y la corrupción de nuestros políticos es casi igual, aunque, existe una diferencia: siempre corremos el riesgo de empeorar.