07 diciembre 2009

Muerte en Texas/Víctor González 2009

El Rescate
Arde. El líquido recorre su garganta arrasando como una lava ardiente.
Se ve a través del cristal el sufrimiento perpetuado.
Nadie interviene. Caminan ajenos, indiferentes, muertos en vida.
Muerte. Sabe que va a morir. Es el principio para recorrer el camino del valle de sombras que tanto pregonan los cristianos.
El ardor sigue fluyendo hasta llegar a su estomago, estallan sus vísceras, sangra de la nariz y la boca. Se ahoga en su propia sangre.
Recibe golpes en las costillas, en los glúteos, en las piernas. No escucha lo que dicen. Esta aturdido. Tiene miedo. Todos tienen miedo. Miedo de vivir en este barrio del Central.
Una camioneta Tahoe negra llegó quemando llanta afuera de la casa de seguridad. En el interior, nerviosos, los verdugos desenfundan sus armas.
Uno de ellos, coge una especie de bazuca pero más pequeña. Gritos, mentadas de madre, hijos-de-puta salen de ese léxico que sólo ellos conocen a la perfección. Gramática de malosos.
De las palabras pasaron a la sintaxis de las balas.
Epístolas de muerte.
Una por una entregan las misivas de plomo su mensaje: - hasta aquí llegaste-aquí te mueres- aquí te quedas.
Después, el Silencio se desplaza entre humo y olor a pólvora.
Sangre salpicada en la pared, vísceras fuera de sus cavidades y trozos de masa encefálica, producto del rescate más sangriento de la historia.
El saldo: siete federales muertos, un sicario herido, dos civiles heridos, más de cinco personas zurradas y un infarto al miocardio de un anciano que en esos momentos realizaba su caminata matinal.
En fracción de segundos, lo suben a la camioneta y en el interior le quitan las cintas adhesivas plegadas en las manos y la boca.
Agarra una bocanada de aire y exhala, se limpia rastros de sangre en su rostro, mira a sus rescatistas de manera muy encabronda.-Pendejos, porque tardaron tanto, esos pinches policías, a todos se le va cargar la chingada -Dice a sus rescatistas
Y preguntan ¿ a dónde jefe? ¡Vámonos a Tejas! Cruzan la frontera sin problemas.

EL jefe incomodo
Domingo Herrera recibe el reporte muy temprano cuando se disponía a engullir unos huevos a la Ocampo con su acostumbrado café con un cuarto de Vodka.
Ya no pide el café ahora quiere sólo la botella de vodka.
Se la bebe de un trago y se pregunta ¿cómo diablos los esbirros del Lagarto dieron con la casa? ¿Acaso hay un soplón en la división? ¿Qué diré al supervisor director?
Lo siento jefe, se nos peló, pero le juro que lo volveremos ha ganchar. ¡Si cómo no! Me va mandar a la chingada y de paso a un crucero vial.
En ese instante el teléfono sonó sacando de sus cavilaciones al detective.
En efecto era el jefe incomodo.
Un policía graduado en Harvard hijo de un coronel del ejercito ex zar antidrogas del gobierno y que murió durante unas maniobras áreas de practica en el campo Marte.
Y cómo compensación instalaron a su muchacho en la jefatura que a él correspondía por antigüedad y de partirse la madre con la calaña más baja de la calle.
Al terminar la llamada, su rostro se volvió más enjuto que de costumbre.
Se levantó y pagó la cuenta, no sin antes pedir otra botella de vodka para llevar.
Prefirió caminar por la calle Hidalgo hasta el modulo de policía instalado en los mercados.
Ahí dejó su pistola y su placa al personal de guardia y se encaminó al bar Tizoc.
¿Y, ora tú, qué milagro, hasta que te acuerdas que tienes vieja? le inquirió Belén una meretriz veterana que de vez en cuando compartía la cama con el detective.
No vengo a verte a ti, ¿donde está Juan “El Negro”?
Mmm, no me digas que ya te gusta el arroz con popote, ja, ja, ja, nomas eso te falta.
Con una fregada, búscamelo. Y con un manotazo en al mesa apuró a la meretriz y se sentó a esperar.
Juan”El negro” era un exótico mesero pero lo que tenia de exótico lo tenia de maldito. Fue en la prisión, después de una violación tumultuaria que se volvió amanerado, puto, pues.
Era conocido en el mundo del hampa como un sicario sin remordimientos y para su desgracia le debía un favor muy grande a Domingo en su época de prisionero.

-Qué pues, que me buscas-
-Si, es hora de cobrarte el favor-
-Me lo temía, que se ofrece pues-
Ve a Texas, busca al Lagarto y dale este mensaje de mi parte “El hecho de que hayas matado a mi mujer no me detendrá para desarticular tu banda de rufianes, además, me vale madre porque ya estábamos apunto de firmar el divorcio” .
Y luego..
Luego… lo matas.
Porque matarlo si dices que no te afecta la muerte de tu ñera-
Ahh, para que ella descanse en paz, nomás para eso.

El lagarto y cómplice


En un rancho de Amarillo, Texas se celebraba un jaripeo donde la cerveza y las mujeres sobraban.
En una mesa apartada rodeada de guaruras portando armas de grueso calibre, se encontraba el Lagarto comiendo con un alto jefe policiaco de la frontera Tamaulipeca.
-Hasta cuando es seguro volver a México-
-Aguanta, mi Lagarto, deja que se calme un poca más, además nosotros ya dimos carpetazo.
-Ya sé, pero no es lo mismo que mi México querido, aquí los pinches gringos son bien mamones por todo te multan.
-Además, Lagarto, el detective que te agarró no ha soltado la bebida desde que le avise que encontramos a su mujer muerta con los atentos saludos del cártel.
-Si que bueno que aclaraste el malentendido, ya iba yo a organizar una cacería de polis, empezando contigo cabrón-
-Que pasó, que no somos socios-
-Oye y felicidades, eh, tus “judas” salieron más sádicos que nosotros para ejecutar alguien.
La presencia del mesero interrumpió la charla.
Al fondo en un templete se disponían a tocar el grupo norteño Los Cadetes de Linares.
El Lagarto con esos ojos que dieron mote a su apodo, danzaban de un lado a otro presintiendo algo. No sabía que, pero, algo no andaba bien
Cuando levantó la mirada reconoció a Juan “El negro” que ya le entregaba un papelito. Quiso hablar, gritar, sin embargo, el veneno en la bebida comenzó hacer efecto y cayó de bruces.
El jefe policiaco cuando se dio cuenta cayó abatido por dos sendos plomos en su humanidad.
El Negro repeló el ataque de las guaruras.
Confusión y tableteos de armas, llegó el FBI y todos contra todos.
Los cadetes de Linares ya no volvieron a tocar en Texas.

El ascenso

Domingo Herrera leyó la noticia aun con los estragos de la bebida haciendo mella en su cuerpo.
“El lugarteniente del Cártel Central Sabino Santos “alias El Lagarto” fue asesinado en una ranchería de Amarillo Texas junto con un alto jefe policiaco de las autoridades mexicanas. El asesino de nombre Juan Treviño “alias El negro” también cayó abatido por las balas de los guaruras del narcotraficante. Una llamada anónima al cuartel del FBI alertó de un probable enfrentamiento entre criminales.
Desayunó sus huevos y café con vodka, mucho café, para quitarse la somnolencia. Desaliñado se presentó en la jefatura.
-lo busca, el supervisor general, detective. Lo abordó un oficial de guardia.
El supervisor general Monte de Oca se encontraba leyendo el periódico y fumando su acostumbrado Puro cubano, que provocó una intensa tos en el detective Herrera.
Vaya, vaya, llegó el aparecido, mira nomás que aspecto, te envié a casa para que descansaras y a juzgar por tu apariencia hiciste todo los contrario-
-si, da igual. A sus ordenes jefe-
-Mira Domingo la situación es delicada, tengo encima a los reporteros por el caso del Lagarto y la deshonrosa participación del ex supervisor director-
-Ajá-
-resulta que eres el nuevo Supervisor Director y debes negar la participación del anterior diciendo que había renunciado meses atrás, ok-
Cómo usted, diga Jefe- respondió domingo mientras que su celular vibraba por una llamada entrante.
-Bien, yo me voy, te encargo el changarro- Monte de Oca, cogió su sombrero y salió muy orondo de la oficina, orgulloso de contar con un elemento como Herrera.
El Teléfono seguía vibrando cuando un oficial entró a la oficina entregando un sobre amarillo al nuevo Inspector Director.
Al salir el oficial, contestó el teléfono
- Bueno. Aquí Domingo-
-¡Felicidades señor ¡ En el sobre hay 30 mil dólares se entregan mensualmente, a sus ordenes su amigo y servidor “El Cali” nuevo jefe del Cártel. Y colgó.

Domingo Herrera contó los billetes y en efecto eran 30 mil grandes de los verdes.
Se imaginó el departamento de sus sueños, un carro nuevo, porqué no, una nueva apariencia personal.
Con un billete de 100 dólares encendió un cigarro y lentamente aspiraba el humo hacia sus pulmones.
El billete utilizado lo arrojó al resto del paquete consumiendo todo el dinero en un instante.
La guerra apenas comienza……pensó Domingo mientras observaba por la ventana el Barrio del Central donde creció y sabe que algo siempre está a punto de estallar.

Fin

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