08 agosto 2010

Cómo ser escritor y no morir en el intento


tomado de Cañasanta Revista digital de Arte y Cultura

Como este apartado llamado Letras Vanas trata sobre literatura y como el que suscribe ha escrito y publicado algunas novelas (y las que, me temo, están por venir), me voy a permitir darles algunos consejos sobre cómo aprender a escribir (por supuesto, y siguiendo a un tal Marx, no el pesado de Carlos, sino el divertido de Groucho: “Éstos son mis principios, si no le gustan tengo otros”):

-Hay que escribir todos los días
Al menos creo que hay que sentarse todos los días. Muchas veces escribir una novela tiene poco de escribir, y una idea buena vale más que mil malas palabras. Se nos puede ocurrir la estructura o los hechos de una novela mientras nos tomamos una copa, es cierto, pero previamente hemos tenido que estar un rato sentados tratando de imbuirnos en ella.

A este punto podríamos haberlo llamado “constancia” y es que es muy falso que la literatura sea todo inspiración (alguna frase tenía Picasso al respecto, creo recordar). Un novelista es un artesano de la palabra (valen también otras definiciones) pero también un neurótico de la misma.

-Controlar el ritmo del relato
Esto, a mi modo de ver, es lo más difícil. Yo suelo hacer un borrador rápido de cada novela para más tarde irlo completando y corrigiendo fallos (que, aunque no se lo crean, los cometo). El ritmo puede ser alterado, pero entonces debemos llevar a cabo alteraciones continuas del ritmo de tal manera que la obra no se desestructure. La orquestación se logra también con el primer punto (constancia).

A este respecto: muchos novelistas (la mayoría) tienen una especie de ritual inquebrantable para ponerse a escribir. Yo recomiendo hacerlo siempre a la misma hora, de tal manera que, así, el estado de ánimo (que influye claramente en el ritmo de las palabras) sea siempre el mismo.

-No abusar del alcohol
Un tema fundamental, amigos míos. No sobrepasar nunca dos botellas de alcohol de menos del 40% al día.

Ahora en serio, eso tomarse una copa y ponerse a escribir no es propio de novelistas. Los de verdad procuramos pasar la mañana y la tarde más o menos sobrios para entregarnos a los mil placeres que nos aporta el alcohol en la noche. Es una vida dura, lo sé (pero hay que sacrificarse).


Es el tema del alcohol uno de los más recurridos y es que, en mis reflexiones sobre el tema, he llegado a entender la fama de alcohólicos de muchos escritores. Es un oficio difícil que exige mucho y, hasta que llega el momento, aporta poco. Es amargo como la absenta y exigente y cuando termina la jornada, muchas veces, lo que más apetece es relajarse con una buena dosis de whiskey.
Ahora recomiendan ir al gimnasio (yo no conozco a escritores culturistas, pero bueno).

-Leer de vez en cuando algo
Es conocido que muchos escritores se niegan a seguir leyendo (entre ellos, yo) mientras están escribiendo una novela. Si el novelista no es lo suficientemente experimentado puede llegar a verse influido por la otra lectura.

El problema de dedicarse a esto es que, por una razón u otra, siempre está el libro de lectura obligada (porque o bien es un compromiso o bien lo necesitamos para documentación).


El mismísimo James Joyce decía no haber leído un libro en veinte años (las autoridades literarias advierten que puede no ser cierto).

Decían los romanos eso de In Medio Virtus (lema en el que, por cierto, nunca he creído). Si son de los que se fían de los Calígula y Nerón, adelante: sigan el camino de la medianía.

Ahora bien (nos ponemos más serios) si queremos hacer esto de una manera más o menos seria el asunto no consiste en leer todo lo que caiga en nuestras manos (probablemente sacaríamos la muy certera conclusión que no merece la pena escribir novelas para terminar haciendo una estupidez como la que terminamos de leer).

Sí, señoras y señores, hay que haber leído a los clásicos para ser escritor (al menos a un buen número de ellos). No podemos ir por la vida sin conocer a Dos Passos o pensando que Steinbeck era un jugador polaco que jugaba en el Barcelona en el año cincuenta.

A veces se dice que un escritor tiene que empezar muy joven (es lo mejor) porque un buen novelista ha asimilado (y claro está, leído) a los que le han precedido. Toma de un lado y de otro, es cierto, modifica y retoca, pero no puede (ni debe) ser un auténtico ignorante.

Por favor, olvidémonos de los típicos tópicos sobre la genialidad: ¿alguien no ve una no muy maquiavélica relación entre que el padre de Mozart fuese compositor y que un niño de seis años compusiese? Mozart, compositor genial, también tuvo que aprender con los más grandes en Viena y también tuvo que trabajar duro y conocer las normas de la ópera antes de componer su Don Giovanni. Para los escritores la mejor manera de conocer las normas de la literatura es buscarlas en su origen: los libros. Luego interviene el talento del escritor, cierto, pero no olviden que todo talento tiene una base de cultura.

-El único que sabe de lo que está usted hablando es usted mismo
Si piensan ustedes escribir un libro tipo Harry Potter es mejor que no cuenten el argumento a nadie porque, lo más probable, algún listillo se lo va a intentar copiar. Si no, mejor manténganlo también en secreto porque por mucho que expliquen a sus amigos (culturistas o no) la poliédrica estructura de su nueva novela, lo más probable es que no sea usted el centro de atención en la conversación.

Aclaro un poco más esto: por muy solitario que sea escribir una novela no desesperen. El público no suele entender cómo se crea una novela (y mucho menos algún amigo suyo aficionado al boxeo y las luchas en el barro, por cierto gran deporte este último) y, es más, no le importa. El público quiere sentir un personaje pero no desea conocer los mecanismos internos por los que la magia toma cuerpo.

Recuérdenlo: no revelen nunca sus secretos como hace un buen mago porque si lo hacen, la magia dejará de existir.

Y, si son lo suficientemente hábiles y espabilados (y recurriendo a lo dicho en el punto anterior) verán que a medida que su literatura crezca conocerán de primera mano los secretos de los maestros. Es algo así como cuando una idea antes oculta se nos aparece está vez toda ella diáfana: ¿cómo no pude ver esto antes? Porque, sencillamente, no eras escritor. Con el tiempo conoceremos los secretos de Cervantes e intuiremos, más allá de los manuales de literatura, la grandeza del Quijote y el porqué de su intrincada estructura y, si llegamos hasta el final (probablemente) el porqué de su éxito y, entonces…. (platillos y la orquesta sonará a todo pulmón):

¡Tendremos entre nuestras manos un libro que verdaderamente valga la pena!
Espero no haberles aburrido demasiado. Creo que necesito una copa (si, a veces las normas están hechas para saltárselas).

(…tres copas después, que se me olvidaba el último punto)

-No hacer demasiado caso a lo que digan familiares y managers.
La idea de una novela es personal e intransferible. Nunca una misma novela puede surgir de dos mentes diferentes. Intentemos no contar a nuestra novia o compañera sentimental nuestra idea porque corremos dos riesgos: 1) puede pensar que estamos locos y dejarnos; 2) puede pensar que ya no la quieres y dejarnos.

-La gran pregunta: ¿se puede vivir de escribir?
La pequeña respuesta: no.
A partir de ahora vamos a ser lo peor de la sociedad y nos van a llamar por lo bajo vagos y diletantes (el que conozca la palabra, claro). Nuestros padres nos retirarán el saludo y la herencia porque creerán que hemos desperdiciado nuestra vida en una estupidez. Las mujeres no nos mirarán a la cara porque en realidad no somos más que locos que buscamos algo que ni siquiera existe.

Existen lugares en los que los escritores son considerados tipos cultos, inteligentes y ocurrentes y cuya compañía es siempre de agradecer. Yo no los conozco.

-¿Es todo el que escribe un libro escritor?
Desde luego que no, escribir es un oficio que dura años y sólo se consigue perfeccionar el arte de la novela tras muchos años de esfuerzo y práctica. Entonces levantamos la cabeza, tras varios libros publicados y algunos en el cajón, y podemos decir con orgullo: somos escritores (probablemente estaremos debajo de un puente o en alguna cuneta, no se sorprendan).

Por hoy les dejo, que ya ha sido suficiente. Recuerden siempre estos consejos sólo por un motivo: no hacerles nunca caso.
Desde la cuneta se despide,



Martín Cid

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