15 julio 2008

Respuesta al artículo de Larumbe


Jesús Rivera/filósofo Urbano


Estimado Víctor:

Con respecto al artículo escrito por Santiago Larumbe donde hace notar el “pacto ficcional” entre el lector y el autor de una obra de ficción, permitirme ampliar un poco más el tema, desde el punto de vista psicológico-didáctico.
No solamente en la literatura, sino en el cine, en las pláticas entre amigos y en general, en cualquier intercambio de información entre dos individuos o más, existe la dicotomía ficción-realidad.
Partiendo del hecho de que no todo lo que escuchamos o leemos corresponde con la realidad, existe por obligación la necesidad de llenar algunos huecos con algo de credibilidad, la famosa “licencia” o si quieres, el “pacto ficcional” de que habla Larumbe y que originalmente propuso Julio Cortázar.
Te he comentado en alguna ocasión que cuando entramos a ver una buena película ficciosa debemos conceder una “licencia” para creer todo lo que vamos a ver, por lo menos en ese momento.
En la película se hace el planteamiento inicial, el desarrollo de la trama y la conclusión.
Sabemos que todo es un invento, que no es real lo que observamos, pero concedemos que ocurre de la manera en que nos la presentan, de lo contrario, si nos esforzamos a cada momento en cuestionarla, tendríamos un conflicto del tipo: “Entonces, ¿para qué chingados vine a ver esta película?”.
Es como un juego de niños: Un infante dice a otro: vamos a jugar a los indios y vaqueros. Yo soy un vaquero y te voy a matar. El “indio” corre velozmente a pelo de su caballo-una escoba vieja- y el “vaquero” lo persigue disparándole con su Colt 45-un pedazo de rama seca-. Un último disparo y el “indio” cae del pony retorciéndose por el suelo.
Ambos niños se han dado la licencia de creer lo que están haciendo, de vivir el pequeño guión que han elaborado.
Así, disfrutar de una buena lectura de ficción es entrar a otro mundo. Una buena película-¿ya viste Hellboy, El Ejército Dorado?- nos transporta a un mundo imaginario que, sin embargo, gracias a la “licencia” que nos hemos dado a nosotros mismos para creer lo que vemos, es tan real como la realidad misma.
A final de cuentas, el ser humano tiene la necesidad innata de creer en algo. Quizá la muestra más fehaciente, la más universalmente extendida sea la creencia en los mitos que nos plantea la religión.
Tan de ficción es como son las películas que vemos en el cine, de tal suerte que resulta algo más que común el concedernos el “pacto ficcional” en nuestra vida diaria.

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