25 septiembre 2007

JENNIFER TIENE UN ARMA

Por Víctor González

Jennifer tiene un arma entre sus ropas. Fría como la mañana, el arma espera enviar el mensaje mortal por la cual fue creada. No tiene alternativa ni decisión. Solo espera que Jennifer la tome de su cuerpo y la manipule a su antojo.
Hacía tanto tiempo que estaba dormida en aquél cajón del escritorio. Que dudaba poder reaccionar para el propósito planeado. No sabia, no debía saber cual era el plan; sin embargo sudaba de los nervios, el no saber su destino provocaba que su frialdad invadiera su menudo cuerpo moreno acero.
La última vez que actúo defendió el patrimonio de Jennifer, cuando un avezado ladrón osó entrar por la ventana y sustraer las joyas; sin embargo lo delató el maullido de un gato embarrado en el suelo durmiendo despreocupadamente. El escándalo se desató, el ladrón se atemorizó al ver su presencia imponente con esa única mirada llena de oscuridad y a la vez boca de fuego. Ahora recuerda con satisfacción como huyó, de un salto por de más gracioso, se tiró por la ventana. Por no dejar, lanzó una advertencia llena de plomo, para que entendiera que ella estaba vigilante en esa propiedad. Después de eso. No ha sucedido nada cómo si el ladrón corriera la voz, entre los de su calaña, de que en esa casa, la ley era impuesta por un arma calibre 45.
De plano, encerrada en ese cajón estaba al borde de la locura, tenía que soportar a las arañas que invadían su cavidad para hacer nido. Aguantar el polvo que cubría el brillo de su piel morena. Por eso, cuando Jennifer abrió el cajón y la tomo entre sus manos, sintió que la vida volvía a cada una de sus partes. Ahora oculta entre las ropas de su propietaria, caminan ambas un largo trecho. Sin saber a donde, pero no le interesa. Sabe que va haber acción, para eso fue hecha.
Cuando sintió las manos de Jennifer tomarla de nuevo, sintió que era la hora, dominando la emoción; puso su rostro mas fiero, dispuesta actuar. La acción no llegó, sólo vio cuando Jennifer se alejaba, dejándola sobre un mostrador y un tipo la etiquetaba para su venta. Volvió a su inactividad, pero ahora estaba en una vitrina donde curiosos se burlaban de ella, entonces decidió perder el brillo de su piel morena acero.

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