08 noviembre 2011

Rumor lejano

-Escuchaste, viejo?-
-Qué mujer, ya deja dormir.
-No en serio, desde hace ratito escucho voces a lo lejos-
-Pues yo no oigo nada, te tomates la medicina.
Si, viejito, mucho antes de que tú llegaras, después de que la comadre estuvo aquí.
-De seguro estás soñando despierta, mujer.
No, pos si nomás cené un atolito y un tamal que traiba la comadre.
Y eso que?
-Que no has escuchado que cuándo uno come pesado, tiene pesadillas, y pos yo cené ligerito.
-La pesada eres tú mujer, que no dejas dormir.
Pos, ansina estaba yo con el ojo pelón esperando que llegarás.
-Oites!!! Ahora son pasos, hay viejo párate a ver que es…ay,ay,ay.
-Ya mujer no es nadie, mira que el chucho no ha ladrado.
-Hijole, es cierto, pero a lo mejor lo amansaron con un filete, ya ves que así operan los cacos, y pos nosotros de donde le damos ese manjar, puritito frijol con arroz come el perro.
-Pos de perdido tiene que tragar y si no se va husmear por ahí. - Jodido uno mujer, que se tiene que aguantar con puro café cuando no hay centavos.
-Ya te dije que me dejes trabajar, mira que la comadrita ganan sus buenos centavitos con eso del Avon.
-No instas con eso mujer, ya te dije que no, la comadre ganará sus centavos, pero trai al compadre todo mal planchado y mal alimentado por andar en esos argüendes.
-Ándale, viejo que te cuesta.
-Que no, caranchos, y ya duérmete que la nochi está cerrada.

Petra intentó cerrar los ojos para dormir. A lo lejos escuchó un murmullo que sentía crecer en sus oídos. La gotera del retrete invadía la habitación haciendo más difícil conciliar el sueño. Observó su cuarto, que por alguna extraña razón, lo encontró más reducido entre las penumbras

Viejo, viejo, viejo!
-Ora qué mujer.
No escuchas? son voces, aquí afuera, están golpeando, ¡quieren entrar!
-Cálmate, voy a ver, a lo mejor es el compadre que se le olvido algo.

Nicolás se paró aún tambaleante por el alcohol que bebió junto a su compadre en la cantina. Muy apenas podía ver por la oscuridad mezclada con el humo del bracero que dejó encendido. Ahora si escuchó un rumor lejano que no entendía.

-Quién anda ahí.
-Sea quien sea, déjenos dormir, traigo mi machete.

Cómo respuesta la puerta se abrió furiosa, estallando en trozos de madera y una intensa luz amarilla cubrió su rostro que lo hizo caer a lado de su mujer.
Los intrusos rodearon ambos cuerpos, uno de ellos, habló por un radio de banda corta.
-Adelante, jefe, ya encontramos los cadáveres, son dos ancianos que aspiraron monóxido de carbono, cambio y fuera. Entendido, proceda a llevarlos a la morgue, cambio y fuera.
-Viejo. Viejo, cómo que ya se vino más fuerte el frío, prende un leño.
-Ay, mujer nunca dejates dormir.

FIN
(C)2011 Víctor González Treviño.

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