Fermín y Gustavo esperaban ansiosamente la hora de la salida. Ya en el recreo se pusieron de acuerdo para ir a la vieja casona abandonada. Nadie más del Colegio deseaba acompañarlos- Ahí espantan- decían sus compañeros de clases. Fermín convenció a Gustavo después de leer un recorte del periódico donde una pareja de novios decidieron quitarse la vida y que a partir del trágico suceso se aparecían. - Y se escuchan muchos ruidos- decían algunos vecinos. Las señoras al pasar por ahí se persignaban y murmuraban algún rezo. Los envalentonados muchachos llegaron y esperaron que la noche cubriera su aventura. Entraron por una vieja reja del patio trasero. Gustavo fue el primero que sintió un escalofrío recorrer su espalda y Fermín unos pasos delante de su compañero, vio una sombra moverse. No podían gritar. La sombra fue creciendo y avanzando hacia ellos. Una enorme mancha oscura, proyectada por la luz de la luna, se deslizaba sobre las paredes. No supieron en que momento cerraron sus ojos y se cogieron de manos-Muy mal visto entre niños- pensaba cada uno en los consejos de sus padres. Primero gritó Gustavo y después en un alarido estridente continuó Fermín. Cuando levantaron sus párpados, sus compañeros estaban mirándolos- ¿Qué sucede?- cuestionó la maestra.
-Lo siento me quede dormido Miss-Dijo Fermín
-Yo también- reculó Gustavo.
En ese instante la campana de salida se escuchó y todos en tropel salieron del salón de clase.
-¿Sabes?, mejor ya no vamos- comentó Gustavo.
- Sí- respondió Fermín- Qué es eso de agarrarnos las manos.
Y se fueron a jugar a la pelota.
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