Autor: Víctor González
Eran días de peregrinación, los primeros vientos del norte se hacían sentir sobre su rostro adusto, espantaba al frío con el cigarrillo que en repetidas ocasiones aspiraba. Desde esa esquina dominaba los tres ángulos de la calle, la gente pasaba casi sin notar su presencia, algunos realizaban compras; otros rezagados de una fila de peregrinaciones. Levantó la vista y miró la luz apagada, arrojó el cigarrillo y subió las escaleras, despacio muy despacio contaba los escalones, tocó la puerta tres veces, nadie abrió.
Casi por instinto giró la perilla y cedió la puerta abriéndose totalmente, sin hacer ruido llegó hasta la recamara principal. Sobre la cama dos cuerpos desmayados intoxicados por la pócima del amor. Un sonido sordo proviniendo de un arma calibre veinticinco despertó a los amantes. Azorados observaron al pie de la alcoba un rostro áspero con una mirada atiborrada de amor y odio a la vez.
El observó a un par de chiquillos pillados en una travesura, apuntó primero al traidor y después a ella, alzó el brazo a la altura de su cabeza y un sonido alteró la noche; su cuerpo cayó con sus brazos en cruz, el arma en la mano derecha aún emitía el humo de la pólvora, ellos abrazados temerosos, salpicados de la sangre de un ser que amó a hasta la misma muerte.
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