Autor: Mario Ruíz
(Primer lugar,concurso cuento navideño convocado por la direccion de Cultura de Reynosa)
Bernardo, todas las mañanas por su ventana veía, como su madre y su padre, se
preparaban para salir a trabajar. Como era su costumbre, todos los días la madre de
Bernardo, preparaba un gran termo de chocolate, lo suficientemente caliente y lleno,
mientras el padre, ataba los perros a un trineo, que era el vehiculo que utilizaba
para su traslado al pueblo.
Era la víspera de la navidad, y como siempre, Bernardo se lamentaba el no poder
ayudarlos, pues su incapacidad de caminar no se lo permitía -¡Como me gustaría que en
realidad existieran los milagros! y me sacaran de esta cama- dijo, pensando, que así
podría salir, al igual que ellos, en busca del sustento, –o le ayudaría a mi padre a
cortar leña- agrego. Pero esos, solo existen en los cuentos- afirmando y suspirando
con un dejo de tristeza.
Cuando se disponía incorporarse, estirando sus brazos para alcanzar la silla de ruedas,
que su padre había acondicionado, con ruedas de bicicleta, ya que conseguir una, era
muy difícil, su economía no se los permitía, Bernardo resbalo de la cama y por más
intentos que hizo, no pudo alcanzarla; durante un buen rato permaneció tirado en el
suelo, pensando como hacerle, cuando de pronto la puerta se abrió y un viento helado se
apodero de la habitación, Bernardo cubrió su rostro para protegerse, la puerta se cerro,
apareciendo por ella un hombre de aspecto místico: corpulento y barbado, Al verlo,
Bernardo asustado, pregunto -¿Quién es usted?- el hombre no contesto, solo miró,
tratando de localizar de donde procedía la voz, -por favor, no me haga daño- suplico,
-¿Estas solo?- Pregunto el hombre, sacudiéndose los restos de nieve de su cabeza,
-¡Si!, mis padres fueron al pueblo, a vender leña.- por un instante se hizo el silencio
-¿Qué haces en el suelo?- pregunto, - me caí al intentar alcanzar mi silla- El hombre al
observar la silla, que precisamente se encontraba entre penumbras, ya que a la
habitación solo entraba un pequeño rayo de luz a través de la ventana.
Sorprendido se disculpo, y apenado lo tomó entre sus brazos, depositándolo sobre su
silla, -disculpa mi torpeza, no me había percatado de tu condición, mi intención no era
asustarte, entre pensando guarecerme de la tormenta de nieve que se me vino encima-
Bernardo, no dejo de mirar todos sus movimientos y al cabo de un rato le inspiro
confianza, apesar de su enorme tamaño; su aspecto era dulce, su barba blanca y sus
cabellos brillaban como la luna.
Bernardo le agradeció su ayuda y como recompensa le brindo una taza de chocolate
caliente que el mismo le sirvió.
Así, pasaron un buen rato, charlando, mientra la nieve dejaba de caer, el hombre
complemento su charla haciendo énfasis, de que esa noche, seria noche Buena y el
siguiente día, el panorama tendría que ser el mejor para todos en el mundo, por que esos
eran los deseo, que, Dios, quiere para sus hijos, cuando de pronto, de los ojos de
Bernardo, asomaron un par de lágrimas. -¿Qué pasa?- pregunto el hombre -¿No eres
feliz?-, Bernardo despojándose de la manta que cubría sus piernas le dijo –Yo pienso
que no soy bien visto por Dios, por lo tanto no creo que me considere su hijo- El
hombre acercándose , tomo sus piernas y dijo -¡Dios quiere que tus piernas vuelvan a
moverse!– Tomando nuevamente la manta, las cubrió y agrego –Si tú se lo pides con
el corazón en tus manos, él te escuchara y se hará el milagro-.
Cuando de pronto, milagrosamente, por la ventana entro un rayo de luz, tan fuerte que
ilumino las piernas de Bernardo, permitiéndole sentir, su calor.-¡que extraño!, este rayo
de luz calienta mis piernas, Dios sabe que todo lo que mas ambiciono en esta vida, es
recobrar la fuerza –.
Afuera la nieva había dejado de caer, el hombre recobro el aliento y decidió emprender
de nueva cuenta su viaje, - A llegado el momento de marcharme, me espera una gran
jornada- Bernardo, le agradeció su compañía y el haberle dado un poco de esperanza, se
despidieron. El hombre abrió la puerta para emprender su camino, Bernardo sin darse
cuenta se levanto, siguiendo sus pasos, se paro en la puerta observando al hombre que
se alejaba por entre los árboles copados de nieve, entre un viento helado, por un
momento la vista de Bernardo se empaño, sin poder ver mas aya de su nariz, con
sus manos froto sus ojos para recobrar su vista y al levantar su mirada su sorpresa fue
mayor al ver a sus padres frente a el, quedando perplejos al contemplar el milagro, el
padre sorprendido exclamo ¡Milagro! Caminas, la madre broto en llanto, abrazando a su
hijo que felizmente daba sus primeros pasos.
Entraron a la casa y tras cerrar la puerta se escucho únicamente un fuerte viento y una
risa a lo lejos. ¡jo, jo, jo, jo, ¡
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