Lamida por mansas olas nocturnas en una playa del Pacífico, la cabeza cortada de Josué Nadal cuenta, recuerda, divaga. Sabe que es la número mil en lo que va del año y que el país no puede darle trabajo, comida y educación a la mitad de sus pobladores ni sabe preservar bosques, enriquecer campos, levantar fábricas; por eso la delincuencia (traficante o corporativa) es quien realmente gobierna, y con tal cinismo, además, que incluso se celebra el mal como si fuera el gran bien de la voluntad y la fortuna. En México no hay tragedia: todo se vuelve telenovela. Durante sus pocos años, Josué aspiró a entender y hacer mejor al mundo, en tanto Jericó, su amigo entrañable, llegó a admirar al asesino de lo que ama, como Caín, porque es contrario a la gente quejumbrosa con la que te topas todos los días. Ambas voluntades chocarán inexorablemente, mas no sin antes recabar agravantes en la premeditación y alevosía de Asunta Jordán, mujer indómita. En cambio, Lucha Zapata representa el peligro de la generosidad y el amor. El vasto reparto de esta obra incluye a Filopáter, el cura rebelde; el magnate Max Monroy; el abogado Antonio Sanginés, intermediario entre estado y empresa; Miguel Aparecido, encarcelado por propia voluntad, y por encima (o por debajo) la matriarca, la Antigua Concepción.
¿Por qué si hay cinco tigres en una jaula cuatro se juntan para matar a uno? Esta novela iniciática, espesa como el corazón de las tinieblas, propone algunas respuestas.